Estudiantes empató 0-0 con Cerro Porteño, en La Plata, por el partido de ida de los octavos de final de la Copa Libertadores. Al Pincha, que le faltó fútbol y profunidad, no le dieron un penal. Verón otra vez salió con problemas en el tobillo.
Esos 20 minutos de palo y palo, de golpe por golpe del comienzo, fueron un espejismo del partido que Estudiantes y Cerro jugaron en La Plata en la apertura de esta llave de octavos de Copa Libertadores. Porque, lentamente, el equipo paraguayo fue llevando el juego al terreno que le convenía, lo enredó, le cerró caminos a la Gata Fernández, no tuvo chances Rorro López, y Estudiantes al final de la noche se quedo masticando un empate 0-0 con gusto a poco. Muy poco. Pero que de ninguna manera sella el destino de la serie. Porque, si de algo sabe el Pincha, es de gestas grandes en la Copa Libertadores.
Al este Estudiantes de Berizzo que todo le cuesta mucho, que se corre y se esfuerza pero no tiene fútbol ni brillo, encima le faltan resultados. Hace un mes que el equipo no gana ni por el torneo ni por la Copa. Y, además, ayer otra vez perdió a Verón cerca del final del partido, por esa molestia en el tobillo, que lo viene persiguiendo desde el comienzo del torneo.
La bronca de Estudiantes es qué hubiese pasado si esa infracción sobre Barrientos que el árbitro cobró unos centímetros afuera del área la hubiera dado, como lo era, dentro de ella. Es decir, penal. Pero no. Y luego creció la influencia de Barreto en el partido, que en el minuto final se qeudó con un cabezazo de Rorro López, y el destino del resultado quedó marcado. Esta historia sigue en Asunción. Y quedó abierta.
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